Encuesta a las esposas de los diáconos presentes en el Jubileo por el 50 aniversario del CID
El Jubileo del CID, celebrado en Roma y Asís los días 21 a 25 de octubre de 2015, supuso una ocasión privilegiada de acción de gracias, peregrinación, encuentro y reflexión. Uno de los temas que creo que son importantes de tratar es el de la relación entre el matrimonio y el diaconado y cómo el diaconado del esposo es vivido por sus esposas. Desde que el diaconado fue restaurado, en el Concilio Vaticano II, como grado permanente del sacramento del orden en la Iglesia católica de rito latino, con la posibilidad de ser conferido a hombres casados, miles de mujeres de todo el mundo han acompañado el proceso de formación hacia el diaconado, y posteriormente el ministerio diaconal de sus esposos. Así, la vocación diaconal del marido ha pasado a ser una opción de vida compartida por los esposos.
CID, éste es un tema sobre el que he ido investigando y reflexionando; por ello, presenté a los participantes en el Jubileo una encuesta, a la que respondieron voluntariamente 56 personas; agradezco su colaboración. Entre éstas, 23 son esposas, de lugares y edades distintas. Los lugares de origen son, por orden en cuanto al mayor número de respuestas, los siguientes: Hong Kong, Alemania, Reino Unido, EEUU, Suiza, España, Australia y Cuba. El año de ordenación de los respectivos esposos oscila entre el 1981 y el 2014.
Como representante de las esposas de los diáconos en elEn la encuesta, se pedía responder a dos preguntas: 1. ¿Cómo valoras el acompañamiento de tu esposo diácono? y 2. ¿Cómo ha influido la ordenación diaconal de tu esposo en tu matrimonio y en tu familia, positiva y negativamente?
Todas las respuestas a la primera pregunta tienen un tono positivo, apuntando claramente a la importancia y enriquecimiento que proporciona. La mayoría de esposas expresa que su apoyo es total, en la oración, la reflexión, el diálogo, en las actividades diaconales en que les está permitido participar y en la ayuda en mantener el equilibrio entre la vida de la Iglesia y la de la familia. Aun así, hay alguna esposa que apunta que el acompañamiento es total en cuanto a la vida matrimonial y familiar, pero no en el ministerio diaconal, pues es el esposo quien es diácono; y otras que expresan que esperan acompañar mejor al esposo en su ministerio cuando los hijos sean menos dependientes.
En cuanto a la valoración positiva de la influencia de la ordenación diaconal del esposo en el matrimonio y en la familia, la mayoría de respuestas están en la línea de considerar que aporta, a nivel personal, un crecimiento espiritual, de fe y humano; en relación a la vida eclesial, la ordenación diaconal del esposo impulsa a la esposa a un mayor compromiso y colaboración. También en el aspecto familiar se observa un respeto y orgullo por parte de los hijos en relación al ministerio del padre. Más allá del ámbito familiar, el matrimonio participa de una comunidad diaconal y goza de la amistad de diáconos y esposas.
En la valoración negativa, la coincidencia está en la falta de tiempo de dedicación a la familia por parte del esposo y padre, lo cual repercute en menos diálogo, en el sentimiento de soledad de la esposa y de un cierto abandono de los hijos. En cuanto a los hijos adolescentes, éstos a veces tienen dificultades de relación con los compañeros de clase, por causa del ministerio diaconal del padre.
Se debe señalar que algunas esposas dicen que no encuentran ningún aspecto negativo.
Aun cuando no se pedía, algunas esposas han añadido algún comentario a sus respuestas: he aquí algunos de ellos: – Creo que mi presencia y acompañamiento le dan a mi esposo una paz de espíritu y una total dedicación a su ministerio. – Las dificultades y aspectos negativos que encontramos en nuestra convivencia matrimonial y familiar son retos que nos ayudan a crecer. – Considero que ser la esposa de un diácono es una gracia por la cual me siento dichosa y agradecida.
Las historias de cada esposa, de cada matrimonio y de cada familia son distintas, pero, al compartirlas, el sentimiento que se tiene es el de estar en comunión con ellas; también vemos que la edad, los años de matrimonio o de ordenación, o los lugares de origen no tienen una influencia decisiva en la valoración que las esposas hacen del diaconado de su esposo y de su cometido como esposas de diácono. Todos estos matrimonios viven en lugares distintos, a menudo muy alejados unos de otros, con circunstancias sociales, religiosas y políticas muy diferentes, pero con un compromiso eclesial muy fuerte por parte de ambos, con un alto grado de vocación de servicio.
En definitiva, todas las experiencias compartidas con esposas de diáconos son expresión del amor y el servicio en una Iglesia que es universal. Los diáconos permanentes casados y sus esposas son testigos del amor de Cristo en la Iglesia y en el mundo; sus familias son iglesias domésticas y ellos mismos son agentes, con un carisma específico, de la evangelización.
Montserrat Martinez, 2015 Diciembre